No es ocioso ocuparse en esta época de coronavirus y campaña electoral sobre un tema histórico. Por el significado que tiene ese tema y su personaje, que es fundamental en nuestra independencia como país y que resulta tan importante para nuestra identidad: Nos referimos a Rosa Duarte y Diez, la heroína, hermana del fundador de la República, archivista, protectora de los documentos de su hermano, Juan Pablo Duarte, que hizo sus notas para dejar constancia a la posteridad de los hechos que definieron la vida y obra del fundador de la República Dominicana.

Imagen de Rosa Duarte. Óleo 20×24 pulgadas colección Congreso Naclonal

Tal vez porque hay elecciones programadas, y porque estamos en Estado de Emergencia desde hace más de tres meses, el Estado no se ha ocupado de programar actividades, de divulgación, homenaje y recreación del bicentenario del nacimiento de doña Rosa Duarte y Diez. Es una pena, una verdadera lástima.

Pudo haber realizado actos la Comisión de Efemérides Patrias, o el Archivo General de la Nación, o el Instituto Duartiano, para profundizar la investigación y ampliar el conocimiento colectivo sobre la obra de esta desdichada -pero virtuosa- mujer. Rosa Duarte y su familia, incluyendo la madre de ella y de los Duarte y Diez, tuvo que exilarse porque la persecución contra Juan Pablo incluía la represión contra su familia. Venezuela los recibió y allí fallecieron todos, incluyendo al padre de la patria.

En el caso de Rosa Duarte los dominicanos no hemos sido lo diligentes que pudimos ser con ella y con Juan Pablo. Rosa nació el 28 de junio de 1820. En 9 días se cumplirán 200 años, o el bicentenario de su natalicio. Falleció el 26 de octubre de 1888, en Caracas. Fue sepultada en un cementerio que posteriormente fue inundado y desapareció los restos que allí estaban. Tampoco existen los restos de Rosa Duarte. Los de Juan Pablo pudieron venir a Santo Domingo, y conservarse. La única fotografía de Juan Pablo se logró por los impulsos de Rosa Duarte, quien lo llevó hasta donde el señor Próspero Rey para que se tomara una fotografía que podría utilizarse en la posteridad. Y tuvo razón, pues Duarte falleció dos años después, y esa es la única imagen suya que se conserva en el Archivo General de la Nación.

Ros aDuarte fue una mujer entregada a la causa patriótica defendida por su hermano. Se hizo miembro de La Trinitaria, y acogiéndose a las orientaciones de su hermano Juan Pablo dispuso de los bienes de su familia en Santo Domingo para entregarlos a la causa dominicana. Fue la gestora y conservadora del documento histórico conocido como “Papeles de Rosa Duarte”, en que se sustenta una parte de la historia personal de nuestro fundador y la otra parte político del surgimiento de la nación dominicana.

En 1845 es condenada al destierro, junto a su madre y sus otros hermanos, dejando detrás a su prometido, Tomas de la Concha, quien fue fusilado en 1855 junto a Antonio Duvergé.

Luis Martín Gómez, funcionario del Banco Central y prestigioso periodista, ha insistido y procurado que el país realice un homenaje más profundo a Rosa Duarte, y ha buscado que se apruebe la creación de un cenotafio y se le recuerde y venere, porque ella lo merece y porque sus aportes fueron mucho más importantes que el que pudieron haber realizado otros personajes de nuestra historia que tienen muchísima más atención que Rosa Duarte y Diez.

El cenotafio es una tumba vacía, en la que se recuerde a esta mujer extraordinaria. Es el momento de hacerlo. Luis Martín Gómez tiene razón, y los Duarte, hasta que se conozca otra gran hazaña, son la familia que más merecen nuestro reconocimiento y adoración. En 9 días Rosa Duarte estaría cumpliendo 200 años, y no vemos el ánimo de nuestras autoridades en este proyecto.